En cambio, el Espíritu produce amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No existe ninguna ley contra estas cosas. Ya que el Espíritu nos da vida, debemos dejarlo que nos guíe. (Gálatas 5: 22,23 y 25 PDT)
Cuando le permitimos al Espíritu de Dios moverse en nuestras vidas por el poder de La Palabra, podemos manifestar la belleza de su amor, de su alegría, de su paz y paciencia, de su amabilidad, fidelidad, humildad y dominio propio. Podemos ser transformados, llenos de su fruto e irse de nosotros toda depresión, tristeza, resentimiento, orgullo, impaciencia, infidelidad, descortesía, desatención; fruto de las tinieblas y del desorden de nuestras vidas.
Permitámosle al Espíritu de Dios moverse en nuestras vidas y la única manera es dejar que el Orden de Dios establecido en su Palabra podamos ponerlo por obra. No hay otra manera.
DIOS TE BENDICE.
Amén
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