Si tú rocías sal en los alimentos
facilitas el buen gusto pero si alguien te brinda una cucharada de sal y te
pide que te la comas toda, es muy difícil tragarla. ¡No se puede ingerir!
La sal no solo preserva los alimentos, sino
que también da sabor, pero se necesita que se mezcle con ellos y no permanezca
en el salero. Como hijos de Dios al tener contacto con las personas,
“Nuestra palabra siempre debe ser con gracia, sazonada con sal,
para que sepamos cómo debemos responder a cada uno”
Colosenses 4: 6 (RVR1960)
Esta mención bíblica, muestra la
metáfora de la sal desde una óptica de sazonador o dar sabor agradable a las
comidas, solo que ésta se aplica a que las palabras que salgan de nuestros
labios, siendo ya hijos de Dios, deberían ser siempre agradables, oportunas,
edificantes, de buen gusto, sin dañar, sin ofender a nadie, palabras que causen
tristeza, dolor o frustración, lenguaje soez y desagradable que atropelle al
que lo oye.
Si alguien se porta grosero con
nosotros, nuestras palabras y modales deben reflejar amabilidad y apacibilidad.
Si permanecemos pegados a Cristo, si su Palabra permanece en nosotros podremos
demostrar que somos hijos de Dios y sal de la tierra.
REFLEXIÓN:
Ø ¿De acuerdo a lo aprendido hoy, ¿qué espera Jesús de mí?
Ø ¿Qué haré de ahora en adelante para impactar a los que están a
mi alrededor? (Compártelo en el block para edificación de todos).
ORACIÓN:
Señor,
que mis labios te agraden y te honren. Dame dominio propio para mostrar que soy
lo que tú dices que soy: Sal de la tierra. Muchas gracias Señor. Amén.
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