Propósitos:
Que le saquemos
provecho a la duda.
Que sea un punto
de partida para llegar a una mayor comprensión de La Palabra y así, acercarnos
más a Dios.
¿Alguna vez has dudado de la
salvación? ¿De tu identidad? ¿De las promesas de Dios? ¿O de su existencia?
Nuestra mente es un sorprendente regalo de
Dios y está equipada para pensar, razonar, conocer, entender y suponer. Nos
hizo seres inteligentes y es por eso que dudamos.
¿Y en qué
momentos dudamos? Cuando estamos indecisos para tomar una decisión entre dos o más alternativas. No
tenemos argumentos predominantes en favor de una opción.
Dudar es estar en dos
caminos, implica ambigüedad, vacilar. Cuando afecta nuestra identidad, nuestro
futuro o nuestra fe produce inseguridad y desasosiego (inquietud,
intranquilidad, ansiedad, preocupación, desaliento); entonces reclama una
solución y una claridad. En la medida que se resuelve vuelve la paz y la
tranquilidad.
Causas
de la duda:
Internas: Depende
de nuestro estado espiritual y emocional.
Externas: Depende
de las circunstancias que nos rodean, que no dependen de nuestras decisiones:
la muerte de un ser querido, la pérdida de un trabajo, un accidente, etc.
Cuando la duda es interna, o es doctrinal
se resuelve con el estudio de La Palabra. Si proviene por nuestras emociones se
requiere una decisión de fortalecernos en la oración y en la obediencia a La
Palabra.
“La
duda modesta es el faro de la sabiduría”: William Shakespeare”
Los once
seguidores fueron a Galilea, al monte, donde Jesús les había dicho. Cuando lo
vieron, lo adoraron, aunque alguno de ellos dudaban. Entonces Jesús se acercó y
les dijo: Dios me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Así que
vayan y hagan seguidores en todas las naciones. Bautícenlos en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que yo les he
mandado. Tengan presente que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin
del mundo.
Mateo 28: 16,20 PDT
Jesús ya
les venía diciendo en varias ocasiones que él tendría que morir, pero a los
tres días resucitaría. Ellos estuvieron con Jesús, se les apareció varias
veces, pero nada en sus experiencias los habían preparado para que lo vieran.
Acuden a la cita pero no todos reaccionaron de la misma forma: unos dudaron y
otros adoraron.
Desde el
mismo principio los discípulos habían tenido dificultad para creer que Jesús
realmente iba a resucitar de entre los muertos.
Cuando las
mujeres fueron al sepulcro, encontraron que habían quitado la piedra, entraron
y no encontraron el cuerpo de Jesús. Ellas no entendían lo que estaba pasando cuando de
repente dos hombres vestidos con ropa brillante se le aparecieron y les
preguntaron: ¿Por qué están buscando entre los
muertos al que ha resucitado? Jesús no está aquí. Ha resucitado. ¿No recuerdan lo que
les dijo en Galilea? Les dijo que él debía
ser crucificado y resucitaría al tercer día.
Entonces las mujeres recordaron lo que había dicho
Jesús y se fueron a contarle a los discípulos y a sus seguidores. Y estos no
creyeron porque les pareció un disparate. Pedro salió corriendo hacia el
sepulcro, no vio el cuerpo y se preguntó ¿qué
había pasado? (Luc.24: 1,12)
Cuando por
fin creyeron los 10 discípulos, uno todavía no estaba convencido: Tomás. Ellos
le dijeron: ¡Vimos a Jesús! Pero él
les dijo: No creeré a menos que vea la marca de los clavos en sus manos y meta
el dedo en el lugar de los clavos y mis manos en su costado. Jesús se les
apareció y le dijo: Ven, hazlo y deja de dudar y cree.
Aún así,
Jesús los cita en Galilea y unos dudaron.
Cuando tenemos dudas, ¿qué decisión
tomar?
Podemos
tomar dos opciones:
1.
Abstenernos, es decir,
no hacer nada, sepultarla o ignorarla, alimentarla lo cual nos llevará a la incredulidad y la incredulidad es negar la fe.
2.
Acercarnos: Los
discípulos a pesar que dudaron se acercaron a Jesús. Él está consciente de nuestra
débil fe y por eso nos seduce a su presencia para que por medio de ella nuestra
fe sea fortalecida.
Despejemos
las dudas y resolvámosla. Tomás resolvió su duda. Se reunió nuevamente con los
que creían y esperó de Jesús una respuesta. Jesús no lo condenó, tampoco a los
discípulos. A Tomás le tiende la mano y lo desafía. A los discípulos se les
acerca y les encomienda una misión.
No debemos
esconder las dudas porque dominan nuestra vida, nos aleja del Señor y no veremos su grandeza.
¿No te
dije que si creías ibas a ver la grandeza de Dios?
Juan
11:40 PDT
¿Cómo resolvemos
la duda?
1) Acercándonos a Jesús
por medio de Su Palabra. Recordemos que cuando lo recibimos en nuestro corazón,
su Espíritu viene a morar en nosotros y
él nos hace entender lo que viene de Dios, podemos comprender su propósito y su
perspectiva y ofrecer la salvación a los que no conocen. Además, él ilumina
nuestro entendimiento para que podamos entender La Palabra y para que renueve
nuestra mente, convirtiendo nuestra mentalidad como la de Cristo.
¿Quién
conoce la mente del Señor? ¿Quién puede darle consejo? Pero nosotros tenemos la
mentalidad de Cristo.
1Co.2:
16 PDT.
2) Fortaleciendo la fe por medio de la
oración. Esto nos lleva a adorarle.
Mantuvo
firme su fe en la promesa de Dios sin dudar jamás. Cada día su fe se hacía más
fuerte, y así él daba honra a Dios. Abraham estaba seguro de que Dios sería
capaz de cumplir su promesa.
Ro.4:
20,21 PDT
3) Reuniéndonos con gente de fe. Cuando Jesús retó a Tomás
él estaba reunido con los otros discípulos.
Oro,
para que primeramente le demos el primer lugar a Jesús en nuestro corazón y su
Espíritu empiece a obrar en nuestras vidas, dándonos convicción de fe y siendo
diligente en disipar toda duda a través de Su Palabra. Amén.
DIOS TE
BENDICE
Muchas gracias Señor por tu palabra ❤️Rogando cada día para mantenerme firme en la fe
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