Quizás, seguimos en incertidumbre, sin esperanza o
hemos depositado nuestra esperanza en alguien, en cosas o en el mismo tiempo:
“todo pasará y volverá la normalidad”. Pero esto es como anclar un barco sobre
la arena o sobre una roca pequeña y lo más probable es que cuando sople el
viento fuerte, el barco quedará a la deriva.
Nuestras almas deben estar ancladas en una roca sólida,
firme e inconmovible: en las promesas de Cristo. Estas nos darán estabilidad,
confianza y seguridad.
Esta esperanza es un ancla firme y confiable para el alma; nos
conduce a través de la cortina del santuario interior de Dios. Jesús ya entró
allí por nosotros. Él ha llegado a ser nuestro eterno Sumo Sacerdote, según el
orden de Melquisedec
Hebreos 6: 19,20 (NTV)
La fe en Jesús nos hace hijos de Dios y
herederos de sus promesas. Si crees en él y lo recibes en tu corazón, te
da el derecho de ser hijo de Dios. Y como hijo gozarás y disfrutarás de las
riquezas heredadas y de las promesas de las bendiciones porque perteneces a
Cristo. (Jn 1:12); (Ef.3:6).
Ancla hoy tu alma en estas dos promesas de
salvación. Es segura, firme, confiable e inconmovible.
REFLEXIÓN:
1.¿Qué decisión debo
tomar para heredar, reclamar y disfrutar de las promesas de Dios?
2.
Si aún no he tomado la decisión, ¿qué me lo impide?
3.
¿Qué diferencia existe entre una esperanza terrenal y una
esperanza espiritual?
DIOS TE BENDICE.
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