Durante este mes hemos aprendido cómo anclar
nuestra alma en las promesas de salvación, paz, descanso y confianza en la
única roca sólida, inconmovible y firme: Cristo. En esta semana aprenderemos
cómo anclarla en una promesa de fortaleza.
En el Salmos 28:7 (NTV)
El Señor es mi fortaleza y mi escudo; confío en él con todo mi
corazón. Me da su ayuda y mi corazón se llena de alegría; prorumpo en canción
de acción de gracias.
Meditemos en la
promesa:
1. ¿Quién es el Señor?
Mi fortaleza, mi escudo y el que me da su ayuda.
2.
¿Qué me pide el Señor?
Que confíe en él con todo mi corazón, que mi corazón se llene de
alegría, que prorrumpa o grite en canción de acción de gracias.
3.
Y ¿cuáles son las promesas?
Que será mi fortaleza, mi escudo y mi ayuda.
Oremos:
Señor, te alabo
porque eres mi fortaleza, mi escudo y mi ayuda.
Te doy gracias porque puedo confiar en ti, tu Espíritu me ha dado el
fruto de tu fe para que pueda desarrollarla, ha derramado en mi corazón tu amor y tu gozo para que pueda amarte y llenarme
de tu alegría y de tu paz a pesar de cualquier circunstancia. En el nombre de
Jesús. Amén.
DIOS TE BENDICE
Comentarios
Publicar un comentario