Alabemos al Dios
y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia nos ha hecho
nacer de nuevo por la resurrección de Jesucristo. Esto nos da una esperanza
viva, y hará que recibamos la herencia que Dios nos ha guardado en el cielo, la
cual no puede destruirse, ni mancharse, ni marchitarse. (1P.1: 3,4 DHH). En
Cristo, Dios nos escogió para que tuviéramos parte de su herencia. (Ef.1:11
DHH)
Esta herencia es
la vida eterna en la presencia de Dios, un lugar en el cielo (Jn.14:1,3 DHH).
Pero el
componente más importante de nuestra herencia es la presencia de Dios en
nuestras vidas, es nuestro mayor tesoro y bendición (Sal.73: 26 DHH). Nadie no
las puede quitar porque Él mismo la ha garantizado al sellarnos con su Espíritu
Santo, el cual demuestra su propiedad y autoridad sobre nosotros y un día
llegará a su plenitud. (Ef.1:13,14 NTV).
¡A Él sea la
gloria y la alabanza!
OREMOS:
Padre nuestro que estás en el
cielo, ¡qué privilegio tan grande y tan hermoso es ser tu hijo! Porque al ser
tu hijo me has dado una herencia la cual nadie me la puede quitar, no se
corrompe, no se marchita, no se mancha. Y garantizas esa herencia al sellarme
con tu Espíritu demostrando tu autoridad y propiedad sobre mi vida. Gracias
porque tu presencia es mi mayor tesoro y mayor bendición, gracias porque me has
hecho heredero de un lugar en el cielo en tu presencia. Gracias por tu Hijo,
porque en Él me escogiste para que tuviera parte de su herencia.
Hazme consciente de este
privilegio para que pueda vivir una vida llena de gratitud por ti y pueda
alabarte y exaltarte. En el nombre de Jesús. Amén.
DIOS TE BENDICE
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