El pasado nos ha enseñado que toda causa tiene un efecto y cada acción tiene una consecuencia. Si sembramos un árbol de mango cosecharemos mangos; si sembramos cizaña, obtendremos malas hierbas. Es la Ley de Siembra y cosecha.
Lo mismo ocurre con nuestras vidas, lo bueno produce bueno y lo malo produce malo.
Día a día, podemos escribir nuestro propio destino, porque inevitablemente nos convertimos en lo que hacemos. Al final, todos somos la suma total de nuestras acciones.
En la vida tenemos dos opciones: sembramos para el Espíritu o sembramos para la carne. Es la ley de la Siembra y la cosecha.
No se engañen ustedes mismos, porque de Dios no se burla nadie. Uno cosecha lo que siembre. Quienes siembran únicamente para complacerse a sí mismos sólo cosecharán de ello destrucción. Pero el que siembra para agradar al Espíritu, cosechará la vida eterna. (Gálatas 6: 7,8 PDT).
REFLEXIÓN:
¿He pensado alguna vez que lo que estoy viviendo es por culpa del destino, de la buena o mala suerte o he culpado a alguien?
Conociendo ésta Ley, ¿Qué empezaré a sembrar desde hoy?
DIOS TE BENDICE.
Bibliografía: Cristianismo activo.
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