Había una vez un rey que decidió visitar un buque que
contenía esclavos traídos de África, al entrar al mismo encontró a muchos
esclavos atados con cadena y acercándose a ellos le preguntó a cada esclavo del
buque una simple pregunta: ¿Por qué están encadenados? Uno de ellos respondió:
“No sé, yo estaba en medio de una multitud cuando se cometió un crimen, pero
soy inocente”. Le preguntó a otro que estaba a su lado, y tú, ¿por qué estás
encadenado? “No lo sé, pero no soy culpable, soy víctima de falso testimonio”.
El rey procedió a preguntarle a cada hombre de los que
estaban encadenados, y cada uno tenía una explicación del por qué era inocente.
Por último, se acercó a un pobre hombre cabizbajo que
estaba en la parte de enfrente y le preguntó: Y tú, ¿porqué estás encadenado? Y
mirándole con tristeza replicó: “Yo estoy aquí porque merezco estar aquí. He
pecado contra Dios y contra mi rey, y ahora estoy pagando mi sentencia, porque
reconozco que soy pecador”.
El rey quedó admirado y exclamó: “Entonces ¿qué estás
haciendo aquí entre tantos hombres honestos? Y llamando a los guardias, dijo:
déjalo ir, porque no debe vivir con tanta gente honesto. ¡Suéltenlo!
REFLEXIÓN:
No
podremos ser bendecidos ni hallar la misericordia de Dios hasta que admitamos y
confesemos nuestro pecado, entonces conoceremos el perdón de nuestro Rey y
Señor.
Finalmente
te confesé todos mis pecados y ya no intenté ocultar mi culpa. Me dije: Le
confesaré mis rebeliones al Señor, ¡y tú me perdonaste! Toda mi culpa
desapareció.
Salmos
32:5 NTV
OREMOS:
Señor,
gracias por tu misericordia, tu amor y perdón. Gracias por tu Espíritu
derramado en mi corazón. Acuérdate que él vive en mí para convencerme de
pecado, para redargüirme y producir arrepentimiento. Te recuerda esta promesa
para que no solo la desarrolles sino para que me hagas sensible a Su voz. En el
nombre de Jesús. Amén.
DIOS TE BENDICE
Comentarios
Publicar un comentario