El oro es uno de los metales más preciados por el hombre. Por ello, es utilizado como símbolo de distinción y como reserva de valor económico perenne. Fue el primer metal utilizado por los seres humanos para fabricar adornos, joyas, objetos rituales y símbolos. Con el tiempo se ha convertido en símbolo de valor, pureza y lealtad, pero también en esplendor y riqueza.
Forma parte del grupo de los metales nobles porque no se oxida, es inalterable con el tiempo, no se combina fácilmente con otras sustancias, resiste bien los ácidos, es el metal más dúctil ( que admite grandes deformaciones mecánicas en frío sin llegar a romperse) y maleable (que se le puede dar otra forma sin romperse) de todos.
El apóstol Pedro compara nuestra fe con el oro: "Tales dificultades serán una prueba de su fe, y se pueden comparar con el fuego que prueba la pureza del oro. Pero su fe es más valiosa que el oro, porque el oro no dura para siempre. En cambio, la fe aprobada dará alabanza, gloria y honor a Jesucristo cuando él regrese. (1 P.1: 7 PDT)
Debemos esforzarnos para que nuestra fe sea como la del oro:
- Firmes, pase lo que pase,
- Fuertes, pero moldeables por La Palabra de Dios.
- Conservar nuestro brillo por la Luz que hemos recibido de Cristo para que el propósito de Dios se cumpla en nosotros, nuestra fe sea aprobada y demos alabanza, gloria y honor a Él cuando regrese.
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