El Salmo 34, es una canción de
David cuando se hizo el loco para que Abimelec lo expulsara de sus tierras y
así poder salir de allí. Él estaba huyendo de Saúl quien quería matarlo y busca
refugio con este rey filisteo. Pero el rey al reconocerlo sabe que tiene un
rehén muy valioso y entonces decide detenerlo. Al final, David reflexiona y
comprende que el secreto para recobrar su libertad no fue su astucia sino la
búsqueda del Señor, la alabanza continuamente en sus labios, una actitud de gratitud.
Leamos los primeros 9 versículos y
descubramos lo que David experimentó al alabar al Señor en los momentos de
crisis:
Bendigo al Señor en todo
tiempo; en mis labios siempre hay una alabanza para él. Mi alma alaba al Señor.
Todos ustedes los que están tristes, escuchen mi alabanza y alégrense. Honren
al Señor conmigo; exaltemos todos su nombre. Porque consulté al Señor y él me
respondió. Él me salvó de todos mis temores. Busquen su ayuda y obtendrán
respuesta; no se decepcionarán. Este pobre hombre clamó le pidió ayuda al
Señor, y él me escuchó y me sacó de todos mis peligros. El ángel del Señor
protege y salva a quienes le aman. Saboreen al Señor y vean lo bueno que es él.
Afortunado el que confía en él. Todos ustedes, respeten al Señor porque los que
aman al Señor nada les falta.
(PDT)
David
nos reta a que degustemos, saboreemos al Señor; pero no al sentido del gusto
físico, sino hacia la idea de evaluar, discernir en las cosas buenas aún en la
calamidad y dar gracias al Señor. Siempre habrá un motivo para alabar a Dios en
medio de una crisis.
¡DIOS TE BENDICE!

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